Ante la ausencia de las tradicionales manifestaciones en este Primero de Mayo de 2020, los trabajadores del planeta fueron convocados a celebrar este día, feriado en muchos países, con “manifestaciones virtuales” en las redes sociales o en sus ventanas, con pancartas y caceroladas.
“Este Primero de Mayo es diferente a cualquier otro”, resumió el presidente francés, Emmanuel Macron.
Por primera vez desde la prohibición de las manifestaciones durante las guerras de Indonesia y de Argelia en los años 1950 y 1960, no habrá concentraciones en Francia, en nombre de la lucha contra la propagación de la enfermedad COVID-19.
Tampoco en la mayoría de los demás países, en un contexto en el que la mitad de la humanidad está confinada para luchar contra el nuevo coronavirus que causó más de 230.000 muertos en el mundo.
Los sindicatos llamaron a los trabajadores a movilizarse de otra manera: conferencias y conciertos sin público a través de internet o la publicación de fotos reivindicativas en las redes sociales.
Este día internacional, que tiene su origen en la lucha del movimiento obrero de finales del siglo XIX, está, según ellos, más de actualidad que nunca: la epidemia ha puesto de manifiesto el papel esencial que desempeñan algunas profesiones hasta ahora poco valoradas –en la sanidad, los comercios, la limpieza– y ha agudizado las tensiones sociales.
La pandemia ha hundido la economía, con la paralización de industrias, comercios y servicios, y empujado a las filas del desempleo a hordas de trabajadores en todo el mundo.
En este contexto, fueron muchos los que en diferentes lugares optaron por no quedarse en casa.
La policía turca detuvo el viernes a varios responsables sindicales que desfilaban en Estambul a pesar de la prohibición de salir.
En Filipinas, pequeños grupos desafiaron igualmente el veto para pedir ayudas públicas y condiciones laborales seguras. La policía anunció la detención de al menos tres personas.
En Grecia, donde el gobierno pidió aplazar cualquier manifestación al 9 de mayo, el sindicato PAME, afiliado a los comunistas, organizó en cambio una concentración delante del Parlamento, muy disciplinada y al son de cantos partisanos como “Bella Ciao”.
Cientos de participantes, con bufandas rojas y mascarillas, respetaron la distancia de seguridad de un metro, especificada con pegatinas rojas en el suelo.
En Alemania, un gran número de fuerzas de seguridad –5.000 en Berlín– fue desplegado para hacer respetar la prohibición de manifestaciones de más de 20 personas, que pretenden infringir movimientos de izquierda radical, de ultraderecha y de seguidores de teorías conspirativas, opuestos a las medidas de confinamiento.
Una marcha más original tuvo lugar en el norte de España, donde la pandemia dejó casi 25.000 muertos. En la ciudad de Zaragoza, el Sindicato Intersindical de Aragón invitó a los trabajadores a desfilar cada uno en su vehículo, con mascarillas y guantes, y con carteles colgados en sus coches, según imágenes de las televisiones locales.
La justicia autorizó el jueves in extremis la concentración, con la condición de limitar el número de vehículos a 60, con un solo participante por coche y la prohibición de usar autos descapotables o de dos ruedas.