Tegucigalpa, 5 de junio de 2025 — Hoy se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente, una fecha establecida por las Naciones Unidas para reflexionar sobre la relación entre el ser humano y su entorno. Sin embargo, en Honduras, el panorama contrasta drásticamente con los ideales que inspira esta jornada: bosques que desaparecen ante incendios y construcciones, ciudades que colapsan con minutos de lluvia, y un modelo de desarrollo que prioriza el cemento por encima de la sostenibilidad.
Lejos de ser un tema secundario, la crisis ambiental se manifiesta con fuerza. La pérdida de cobertura forestal debilita la protección natural contra inundaciones y deslizamientos, mientras el desorden urbano sigue creciendo en zonas que antes servían de amortiguamiento ecológico. En este contexto, cada tormenta pone a prueba no solo la infraestructura, sino también la voluntad política de prevenir y no solo reaccionar.
En un contexto regional donde varios países han apostado por proteger sus zonas naturales y ordenar sus ciudades con criterios de sostenibilidad, Honduras destaca por la falta de medidas firmes y de conciencia colectiva. Mientras otras naciones avanzan hacia modelos más resilientes, el país continúa perdiendo su cobertura boscosa y permitiendo la urbanización en zonas ecológicamente frágiles.
Un ejemplo cercano es El Salvador, donde se han declarado zonas ecológicas intocables como el Parque Nacional El Boquerón o El Imposible, y donde los proyectos habitacionales en áreas protegidas enfrentan fuertes sanciones legales. En Guatemala, el Cerro Quemado —reserva natural con alto valor cultural— ha sido blindado legalmente para evitar su destrucción, pese a presiones urbanísticas.
En contraste, Honduras sigue siendo permisiva con el crecimiento desordenado, especialmente en cerros, zonas de recarga hídrica y áreas forestales. Proyectos residenciales avanzan con poca o ninguna oposición institucional, y el resultado ya es visible: las ciudades se inundan, los suelos ceden y las lluvias cortas causan desastres.
Bosques en retirada, riesgo en aumento
Datos del Instituto de Conservación Forestal (ICF) indican que cada año Honduras pierde más de 50,000 y 60,000 hectáreas de bosque, ya sea por incendios provocados, expansión urbana o actividades agrícolas ilegales.
Lo grave no es solo la pérdida del árbol en sí, sino lo que representa: el bosque funciona como una esponja natural que absorbe el agua de lluvia, regula el clima, protege los suelos y alimenta las fuentes de agua. Sin árboles, el agua baja con más fuerza, arrasa viviendas, arrastra vidas y colapsa ciudades.
Basura: el otro enemigo que alimentamos
A la destrucción forestal se suma una cultura del desecho irresponsable. La basura arrojada en quebradas, ríos y calles es otra de las grandes causas de inundaciones, ya que obstruye los sistemas de drenaje y contención. Los mercados, barrios y hasta zonas rurales viven hoy bajo la amenaza constante de ser sepultados por su propio descuido colectivo.
Si bien el cambio climático es global, la vulnerabilidad hondureña es resultado directo de decisiones nacionales y locales. No existe una planificación seria ni políticas urbanas orientadas a la resiliencia ambiental. Las licencias ambientales se otorgan con ligereza y las penas contra los depredadores de cerros siguen siendo mínimas.
Pero también es tiempo de señalar al ciudadano común: comprar un terreno en zona forestal, tirar basura en la calle o hacer fogatas sin control no son simples actos cotidianos, son delitos ambientales que destruyen nuestro futuro.
URGE ACTUAR
En esta fecha de conmemoración Primicia Honduras se une al llamado global por la defensa del ambiente. Porque sin agua, sin árboles, sin suelo firme, no hay país que aguante, ni futuro que imaginar.