Zidane sorprendió a todos quejándose amargamente por la ola antimadridista desatada tras la agónica y polémica clasificación del Real Madrid para semifinales de la Champions: «La gente es libre de opinar si hay penalti o no, pero de ahí a hablar de robo, me indigna. Molestamos a mucha gente y eso no lo podemos cambiar, pero yo voy a defender a mi equipo siempre. Y mi equipo mereció pasar. Está claro que hay antimadridismo».
El antimadridismo, el segundo equipo con más aficionados de España, es más viejo que el mecanismo de un reloj. A una gran mayoría de seguidores que no comulgan con el Real Madrid, les pone más una derrota del equipo merengue que un triunfo de su equipo. Y lo ocurrido estos días no es nuevo. Cuando un club de fútbol gana y gana y vuelve a ganar, como le ha ocurrido al conjunto blanco en sus 116 años de historia, genera tanto amor como odio. Porque España es un país sin medias tintas, con la envidia como bandera nacional. Los que son del Real Madrid, presumen de un club que ha sido capaz de ganar 12 Copas de Europa y 33 Ligas, entre otros muchos títulos. Los que no son del Real Madrid, ven en esa entidad una molestia, una mentira apoyada en favores externos eternos que han hecho posible tan lustroso palmarés, en lugar de visionar un modelo de éxito que en cualquier otro país sería venerado y respetado. Pero ese es el precio de ser el número uno, y esto es España, un país se consumen tantos botellines como vasos de bilis. Un modus operandi acrecentado hoy con la existencia de Twitter, Instagram y otras muchas más redes sociales que han creado la sociedad española más irascible, enfrentada y vacía de valores de la historia de nuestro país.
(Fuente: ABC.es)
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