El papa Francisco canonizó este sábado a dos pastorcitos cuyos relatos de las apariciones de la Virgen María hace 100 años convirtieron la localidad portuguesa de Fátima en uno de los santuarios católicos más importantes del mundo.
Francisco proclamó santos a Francisco y Jacinta Marto al inicio de una misa para conmemorar el centenario de las visiones de ambos hermanitos, ante cientos de miles de peregrinos, muchos de los cuales pasaron días en Fátima orando con sus rosarios ante una estatua de la Virgen.
Los creyentes en el lugar aplaudieron cuando Francisco leyó en voz alta la proclamación.
Francisco y Jacinta, de 9 y 7 años de edad, y su prima Lucía, de 10, contaron que el 13 de marzo de 1917 ocurrió la primera de seis apariciones que tuvieron de la Virgen María en Fátima cuando habían llevado a pastar a sus ovejas.
Los menores dijeron que la Virgen les confió tres secretos -una predicción de visiones apocalípticas del infierno, la guerra, el comunismo y la muerte de un papa- y les pidió que oraran por la paz y se alejaran del pecado.
Antes de la misa, Francisco rezó ante las tumbas de cada uno de los visionarios de Fátima. Los hermanitos Marto fallecieron dos años después de las visiones durante la pandemia de la gripe española que azotaba Europa.
Lucía está en trámite para su posible beatificación, pero su proceso comenzó después de su muerte en 2005.
Santos más jóvenes
Los pastorcitos se convirtieron en los santos más jóvenes que no murieron como mártires.
Al término de la misa, Francisco tenía previsto ofrecer un saludo especial a muchos fieles enfermos que acudieron a Fátima con la esperanza de lograr la sanación.
Muchos de los enfermos arrojan como ofrenda piezas de cera en forma de partes del cuerpo como manos, corazones, hígados y extremidades, a un enorme foso de fuego en el santuario.
En 2000, el hoy santo Juan Pablo II, beatificó a los pastorcitos durante una misa en Fátima y aprovechó la ocasión del nuevo milenio para revelar el tercer “secreto” que los niños informaron haber recibido de la Virgen.
El texto escrito por Lucía fue mantenido en un sobre sellado durante décadas en el Vaticano sin que ningún papa se atreviera a revelarlo por lo terrible de su contenido: un “obispo vestido de blanco” -un pontífice- de rodillas ante la parte inferior de una cruz, asesinado con una lluvia de balas y flechas, junto con otros obispos, sacerdotes y varios católicos laicos.
El mensaje incluía el grito de un ángel de “¡penitencia, penitencia, penitencia!”
La canonización pendiente de los pastorcitos suscitó conjeturas de que había un cuarto “secreto” pero el Vaticano ha insistido en que no hay más secretos relacionados con las revelaciones de Fátima.
Fuente: El Universo