Por: Arturo Alvarado Sánchez
El próximo mes de noviembre, los hondureños concurriremos a las urnas para elegir las autoridades que regirán los destinos del país por los siguientes cuatro años. Todos los que acudiremos a las urnas lo haremos con la esperanza de que con el nuevo gobierno las condiciones socioeconómicas del país y de la mayoría de los ciudadanos tenderán a mejorar.
La búsqueda del bienestar ciudadano es una aspiración generalizada, pero todos debemos estar conscientes que no es únicamente la acción del gobierno la que nos puede conducir por esa ruta, sino que también depende del accionar de la sociedad en su conjunto. Los gobiernos podrán conceder beneficios temporales por medio de bonos y otros programas sociales, pero al final lo más importante es lograr que los recursos públicos se usen eficientemente para proveer los servicios básicos a la ciudadanía en forma eficiente y crear las condiciones para la inversión productiva y el crecimiento económico. Desafortunadamente, las campañas electorales se caracterizan por su demagogia, sin propuestas concretas sobre los proyectos y programas específicos que serán impulsados y los medios para alcanzarlos. Generalmente, lo que escuchan los impulsados y los medios para alcanzarlos. Generalmente, lo que escuchan los ciudadanos son promesas vacías y, por lo tanto, al momento de escoger lo hacen basados en las características personales de los candidatos, en el caudillaje y con la esperanza de obtener favores económicos o políticos, en caso que su partido gane las elecciones.
La mayoría de los políticos en el mundo están claros que para ganar elecciones se necesita hacer grandes promesas, que saben serán del agrado de los electores. Durante las campañas políticas los candidatos prometen resolver todos los problemas de un país, mejorar los servicios de salud y educación, reducir los índices de delincuencia, atacar frontalmente la corrupción, crear empleo, hacer grandes inversiones en infraestructura y cosas por el estilo. ¿Lo anterior le suena familiar?
Los votantes se pueden catalogar como los eternos optimistas que nunca aprenden de las experiencias de las elecciones pasadas. Todos queremos creer en las promesas de los políticos y nos aferramos a la esperanza de que ellos mejorarán nuestras vidas, independientemente de las frustraciones que podemos haber tenido en el pasado, por promesas incumplidas.
Según algunos politólogos, la razón por la cual los políticos tienden a ser mentirosos es porque al público en general no le gusta escuchar la verdad, si ello tiene connotaciones negativas. Por lo general, cuando un político dice la verdad y otro dice lo que el público desea escuchar aunque sea una mentira, gana este último. La gente no desea escuchar que la situación fiscal es complicada y que habrá que subir los impuestos o que el gasto público está fuera de control y habrá que reducir el empleo público, por ejemplo. No importa que esto sea una realidad, pero las malas noticias no ganan votos.
En Estados Unidos se tiene el caso de la famosa frase “read my lips, no new taxes” (lean mis labios, no habrá nuevos impuestos), pronunciada en la convención republicana por el entonces candidato George W. Bush, en 1988, y que según muchos, fue crucial para que ganara la presidencia. Ya en el cargo tuvo que aceptar el aumento de varios impuestos como parte de las negociaciones con que aceptar el aumento de varios impuestos como parte de las negociaciones con el Congreso y el Senado para la aprobación del presupuesto 1990 y esta frase se convirtió en el mejor ejemplo de las mentiras de los políticos.
Las elecciones honestas y transparentes juegan un papel importante en la democracia y todos los hondureños debemos estar listos para votar en los próximos comicios, pero debemos hacerlo con responsabilidad ciudadana. Tratemos de votar por los candidatos que a nuestro criterio reúnen las mejores condiciones para conducir los destinos del país por la ruta del desarrollo económico y social, equitativo y sostenible. Pero, más aún, ante los gobernantes debemos actuar como ciudadanos responsables para exigir al gobernante de turno que actúe como un estadista buscando el bien común, manejando los recursos que aportamos los hondureños por la vía impositiva en forma transparente y honesta para beneficio de todos, sin colores partidarios. Pero de verdad, no como simple propaganda.
Exministro de Finanzas