Ramón Custodio López
La soberbia maniática en política, excomisionado nacional de Derechos Humanos.

La soberbia maniática en política

Por Ramón Custodio López

Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, la soberbia debe ser entendida primero como altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros; luego la satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás; también como cólera e ira expresada con acciones descompuestas o palabras altivas o injuriosas y, finalmente, la palabra o acción injuriosa.

El apetito desordenado para ser preferido a otras personas es muy propio de los políticos pero no de la política, pues esta es el arte de lo posible y mejor aún de hacer posible lo deseable. De manera que se puede ser político sin saber siquiera lo que es la política bien entendida, de donde resulta que solamente se quedan en simples politicastros.

Ni el poder ni el dinero causan la soberbia, pero la ponen en evidencia tanto en el nuevo rico como en el recién arribado a la cumbre del poder.

Hay más de un personaje peligroso que anda suelto, que tiene rasgos de espontaneidad afectiva anormal que linda con la euforia, pero igualmente tiene sentimientos como la cólera y el espíritu querellante cuando no se le complace o se impiden sus desmanes; que también sobrevalora sus ideas hasta el grado de la megalomanía; tiene tendencias encubiertas por una conducta juguetona, graciosa, ruidosa, aparentemente descuidada que hasta le hace bailar y cantar en público; también cae en actitudes que no corresponden al escenario en que se desenvuelve con una hiperactividad desordenada e infecunda, que le hace dormir poco, mientras concibe planes grandiosos pero irrealizables en medio de una fogosidad creativa propia de los maníacos.

Esta persona se vuelve más peligrosa aún si está convencida de tener cualidades que en realidad no tiene, pero actúa como si las tuviera; por ejemplo se cree prócer o la reencarnación del caudillo de su partido en el siglo veinte, cuando en realidad no pasa de ser un caciquillo de pueblo. Es decir, sin ser prócer ni cacique ni caudillo actúa como si lo fuera.

Esta reflexión me hace concluir que en el manicomio hay algunos más cuerdos y mucho menos peligrosos que esta persona peligrosa y, por tanto, que allí no están todos los que son ni son todos los que están.

La mayoría de los políticos hondureños escapa al perfil del político dado por el genial Azorín en su opúsculo “El político”, un perfil desencajado que explica por qué el mundo de la política hondureña es un mundo patas arriba, tal como describió su experiencia el expresidente hondureño al bajar del avión de combate en que su imprudencia le hizo volar.

Así se explica que muy pocos de los que han llegado a ser titulares del Poder Ejecutivo hayan demostrado cualidades de gobernantes y dignos de ser autores de una real y efectiva gobernanza.

Mientras las manías y tropelías imperen en la conducta y actitudes de los políticos investidos de autoridad, que quebrantan su juramento y rompen el orden constitucional con gran naturalidad, no podrán ganarse el respeto de la minoría que es mayoría moral de la nacionalidad, porque el respeto se gana si se merece

El maestro Confucio lo dice al enumerar las cinco virtudes del ren (que ama a los seres humanos): respeto, tolerancia, honradez, diligencia ingeniosa y generosidad. Porque el respetuoso no será tratado con insolencia; el tolerante vencerá sobre la multitud; al honrado se le confiará responsabilidad; el diligente e ingenioso logrará resultados y el compasivo merecerá ponerse al mando de otros.

Si hacen con dolo lo que la Constitución de la República prohíbe, son traidores a la patria y delincuentes dignos de ser juzgados.

Criterio

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