Distanciamiento del “Hombre” real

Honduras: ¿Una ínsula aislada?

Por: Segisfredo Infante

La pregunta pareciera absurda y simplista en sí misma, dado que el país se encuentra rodeado por otros territorios fronterizos inmediatos, y luego por golfos, mares y extensos océanos. Pero si despejamos gradualmente el trilema veremos que la pregunta cobra sentido desde varios ángulos de observación. El primero de todos se remonta a los tiempos en que Honduras y otros Estados ístmicos se separaron del sistema federal centroamericano, pocos años después de pactarse la Independencia, tanto la relativa de 1821 como la “absoluta” de 1823. El siguiente momento podríamos situarlo en el contexto del fracaso del Mercado Común Centroamericano, que servía incluso de modelo para la “Comunidad Económica Europea” (hoy “Unión Europea”). El tercer ángulo de observación fue la encrucijada que se experimentó cuando las grandes potencias del “Este” y del “Oeste” decidieron oxigenar las partes regionales confrontadas bajo las consignas de la “Guerra Fría”. Y el cuarto ángulo de observación se enfoca hacia los esfuerzos de la clase política y económica por insertar nuevamente a Honduras en el mercado internacional, con éxitos y fracasos alternos, a veces fallidos, a tal grado que los resultados embargan de un sentimiento de impotencia a los hondureños que realmente aman a Honduras, al margen de aquellos que disfrutan la posibilidad de desmantelar las instituciones estatales, y reducir a polvo el pequeño aparato productivo nacional.

Siempre me ha preocupado que en nuestro habitáculo nacional hablemos de los problemas del país como si se tratara de una isla volcánica en donde se fraguan todos los fenómenos internos, evadiendo el cúmulo de aquellas raíces extranjeras desde las cuales derivan las influencias negativas y positivas del acontecer mundial, que a veces inciden directamente sobre el ombligo y sobre toda la estructura hondureña. (Y de cualquier otro país pequeño, periférico y altamente dependiente). El esquema del negocio de la violencia, por ejemplo, fue fraguado en coordenadas geográficas muy lejanas. Sin embargo, se ha llegado a afirmar, en algunos momentos, que nuestro país es “el más violento del mundo”, como si acaso Afganistán o Siria (para utilizar una expresión de una amiga que sí sabe de estos asuntos) fueran una caricatura del acontecer catracho. Siendo más bien al revés, que Honduras es una simple caricatura de la violencia extrema si comparamos su estatus actual con el de Afganistán, Irak, Siria y otros puntos geográficos del mundo, como Ciudad Juárez, la de hace unos pocos años, de nuestros sufridos hermanos mexicanos.

Luego en materia del negocio de la corrupción y de la anticorrupción, hay ejemplos descomunales en países atrasados y más o menos desarrollados del continente americano, y de otros subcontinentes planetarios, que por ahora vale la pena evitar sus nombres. Y asimismo en materia de migrantes indocumentados (de Honduras, El Salvador y Guatemala), que desde mi punto de vista son un reflejo pálido respecto del fenómeno gigantesco de las migraciones que se registran en el norte de África hacia Europa, y ahora mismo desde la triste Venezuela hacia otros países suramericanos. De hecho el flujo de migrantes centroamericanos se ha reducido en estos últimos años. Así que los dirigentes y líderes del mundo actual, debieran detenerse a analizar las causas reales de las migraciones, incluyendo el problema de última hora generado por aquellos organizadores antisistema, que desean destruir la imagen de Honduras; y unos pocos años antes por causa del viejo negocio jugoso de los “coyotes” que trafican con personas incautas.

Por algunos instantes pareciera que Honduras se encuentra aislada del resto del mundo, abandonada incluso por los amigos desmemoriados a los cuales nuestro país ha auxiliado en momentos políticos y militares cruciales en la historia del siglo veinte. Sin olvidar los aportes a la “acumulación originaria de capital” mundial, en el renglón de los metales preciosos, desde la época colonial, hasta incluir el aporte de alimentos y postres en los siglos diecinueve, veinte y parte del veintiuno. Y a este aislamiento espiritual contribuyen también las personas que pierden de vista las fuertes incidencias negativas del acontecer planetario sobre nuestra periférica provincia.

En mi artículo “Estado catracho” publicado en LA TRIBUNA del jueves seis de diciembre del 2018, sugerí que “Los hondureños devenimos obligados a construir, defender y fortalecer el Estado catracho y sus instituciones republicanas y democráticas.” (…) Con “acciones graduales de todos los días, y con reflexiones políticas y filosóficas de alto calado.” Pues “Conozco la historia de un pequeño país oriental que comenzó a reconstruir, históricamente hablando, su Estado particular, con una casa de tablas y bahareque en el pueblito de Hadera (año 1891), con pantanos, malaria y fiebre amarilla.” Así que se puede construir el Estado moderno insular sobre un pantano; o sobre las faldas del Cerro del Picacho. En donde nuestra “Ínsula Barataria” necesita los sabios consejos del Quijote, según la encrucijada histórica en que se encontraba don Miguel de Cervantes Saavedra

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