Honduras bajo bruma densa y peligrosa: contaminación, clima extremo y emisiones externas ponen en riesgo la salud pública

Honduras bajo bruma densa y peligrosa: contaminación, clima extremo y emisiones externas ponen en riesgo la salud pública

Gran parte del territorio hondureño permane bajo una bruma densa y peligrosa que no proviene del fuego, sino de una combinación de contaminación urbana, condiciones climáticas adversas y emisiones transfronterizas que arrastran partículas tóxicas hasta nuestros pulmones.

Mientras el Instituto de Conservación Forestal (ICF) confirmaba una reducción del 90 % en los incendios forestales este año y descartaba su vínculo con la bruma, expertos alertaban sobre un fenómeno aún más grave y estructural: la saturación de contaminantes en el aire capitalino debido a factores urbanos, climáticos y regionales.

En lo que respecta a Tegucigalpa, una urbe rodeada de montañas y con escasa ventilación natural, actúa como una trampa que concentra partículas en suspensión. La convergencia de vientos del norte y del Caribe —cargados con contaminantes que provienen desde México y otras partes del continente— ha agravado la calidad del aire, elevando niveles peligrosos de PM2.5, partículas finas que penetran los pulmones y afectan directamente la salud humana.

“El próximo lunes 5 de mayo será el día más crítico en cuanto a calidad del aire”, advirtió Luis Soliz, director del ICF. Las condiciones atmosféricas empeorarán por la entrada de masas contaminantes provenientes del Caribe, que no podrán disiparse fácilmente por la falta de circulación atmosférica.

Esto no es un fenómeno exclusivo de Honduras. Otras ciudades como San Pedro Sula y Ciudad de Guatemala enfrentan escenarios similares, confirmando que Centroamérica se está convirtiendo en una región vulnerable ante el transporte global de contaminantes, incluso desde el Sahara.

Una amenaza más silenciosa que el fuego

Aunque esta vez el humo no proviene de incendios, el aire sigue siendo igual de tóxico. Las autoridades recomiendan no realizar actividades al aire libre y proteger a niños, ancianos y personas con enfermedades respiratorias. Sin embargo, este fenómeno evidencia la necesidad de una política ambiental de urgencia en Honduras: desde el transporte público contaminante hasta el uso agrícola del fuego, pasando por la falta de monitoreo ambiental en tiempo real.

¿Qué futuro se hereda a las generaciones?

Cada episodio de bruma, cada partícula que inhalamos, es un recordatorio de lo vulnerable que está nuestro territorio. Honduras no puede seguir reaccionando a los síntomas: necesita prevenir las causas. La degradación ambiental no solo destruye bosques; también contamina el aire, envenena el agua y compromete la salud de quienes aún no han nacido.

La esperanza está en las decisiones que se tomen ahora. De no hacerlo, el aire que hoy nos asfixia será el legado que dejarán los gobiernos indiferentes y una ciudadanía desinformada.

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