Cuando el juego del equipo no alcanza para descascarillar al oponente, cuando el pase no es un arma para descontar líneas y cuando el remate tras los centros laterales no son suficientes para batir al experto Keylor Navas, siempre vale el refugio de la estrategia a balón parado. Sobre todo cuando, como Serbia, se cuenta con un francotirador como Kolarov, que calzó la pelota con el interior del pie, inclinó todo su peso hacia delante para el golpeo y puso el esférico por encima de la barrera y a centímetros de las manoplas de Keylor Navas.
Un golazo para el festejo de Serbia y para disgusto de Costa Rica, que en un único partido se le ha torcido el Mundial de mala manera porque en el grupo también está Brasil y su feroz ofensiva.
Exigido por su historia reciente, por quedar apeado en el pasado Mundial en los cuartos de final por una ronda de penaltis en la que Van Gaal cobró protagonismo al sustituir a Cillessen por el meta suplente Kruul, Costa Rica pareció jugar sobrecogida y atenazada, lejos de la versión jovial y efusiva que exhibió hace cuatro cursos. Ha perdido querencia por la pelota y alegría en su juego, ahora mucho más vertical y sin pausa, también sin fronteras en la medular porque volcaron todo el fútbol por el costado izquierdo, donde Venegas se definía con sus quiebros y velocidad, con unos centros inofensivos porque no hay equipo más alto (1,85 metros de media) que Serbia. Circunstancia, sin embargo, que no se subrayó en las jugadas de estrategia porque en dos saques de esquina rematados por González –la envió a las manos del portero- y por Borges –que le pegó con la coronilla más que con la frente para enviar el esférico buen arriba- pusieron en entredicho el skyline serbio. Algo similar ocurrió en el área opuesta.
Resulta extraño que Serbia, con la calidad que atesora en la medular, no articule su fútbol por los pasillos interiores. Matic se esfuerza en tocar de primeras, Milivojevic rompe y rasga antes que confecciona, Ljalic pasa desapercibido por la izquierda y Milinkovic-Savic –nació en Lleida porque su padre jugaba por entonces en el equipo ilerdense- se pronuncia en el área rival antes que en la zona de creación. Por lo que el fútbol serbio fluyó por las alas, sobre todo con las incorporaciones de los dos laterales. Por la izquierda corría y ponía centros Kolarov; por la derecha se fajaba y surtía de balones Ivanovic. Una táctica que tampoco inquietó en exceso al conjunto tico, concienciado en la solidaridad defensiva, en las ayudas y coberturas puntuales propiciadas por el conservador sistema del 5-4-1 de Óscar Ramírez. Suficiente, en cualquier caso, para desdibujar a la propuesta serbia, hasta que Milinkovic-Savic (líder de la joven hornada que hace tres años se proclamó campeona del mundo Sub-20 junto a Grujic, Zivkovic, Veljkovic y Rajkovic) encontró su espacio, allá en el punto de penalti. Un centro de Kolarov no pudo rematarlo por poco; en otro sí que probó a Keylor Navas pero su chut fue anulado por fuera de juego; y en un tercero de Ivanovic se marcó una fabulosa tijereta que el portero repelió y el árbitro anuló por error al considerar que también estaba en posición antirreglamentaria, decisión que el VAR hubiera corregido en el caso de que la pelota cruzara la línea de gol.
Con Costa Rica más pendiente del retrovisor que de destartalar a la zaga rival, Serbia dio un par de pasos al frente, cómodo al fin con la pelota entre los pies. Tanto que halló huecos por dentro. Nada mejor para Milinkovic-Savic, que dribla, toca y descuenta rivales con una facilidad pasmosa. Como en esa jugada que fabricó Matic, que prolongó el mediapunta con un pase a la espalda de la defensa contraria y que Mitrovic no supo definir, sobre todo porque Keylor Navas salió a tiempo para reducir el tamaño dela portería. Sus guantes también evitaron el segundo tanto serbio, tras desviar con las uñas un centro que Kostic no podía fallar. Antes, claro, Kolarov ya había dicho la suya gracias al obús teledirigido en la falta frontal. Otro tanto se arrea en el Mundial que llega a balón parado, la vía de escape para muchas selecciones que no saben cómo resquebrajar a las zagas rivales.
No acertó a replicar Costa Rica, sin más ideas que los balones largos al desmarque de Uraña, arma estéril ante la efectividad serbia en campo propio, equipo físico como pocos. Tampoco le sirvió el último empuje en los compases finales, afeados por un rifirrafe de Matic con el ayudante del seleccionador costarricense y un manotazo de Prijovic revisado en el VAR y sancionado con amarilla. Así que el éxito, el triunfo, se lo llevó Kolarov con su obús para festejo de toda Serbia y desilusión de Costa Rica, que estropea su historia de amor con el Mundial a las primeras de cambio.