¿Fuego para urbanizar?: Incendio en Zambrano levanta sospechas de intereses inmobiliarios y crimen ecológico

¿Fuego para urbanizar?: Incendio en Zambrano levanta sospechas de intereses inmobiliarios y crimen ecológico

Una nueva tragedia ambiental sacude al país. Un incendio forestal de gran magnitud arrasó el miércoles por la noche una extensa zona boscosa en la región montañosa de Zambrano, Francisco Morazán, zona central de Honduras.

Las llamas, avivadas por los vientos y la vegetación seca, devastaron el ecosistema, afectando fauna silvestre, suelos de recarga hídrica y zonas aún vírgenes. Pero lo que arde no es solo bosque: también lo hace la indignación ciudadana.

Este nuevo desastre revive preguntas incómodas: ¿cuánto bosque más debe quemarse antes de que se pongan límites reales a la expansión habitacional? ¿Quién gana con la destrucción?

El bosque como obstáculo para el negocio

Durante años, empresas desarrolladoras han vendido la idea de “vivir en el bosque” o en zonas “de clima fresco” como un estilo de vida exclusivo y saludable. Zambrano ha sido uno de los blancos preferidos de ese marketing, dirigido a clases medias y altas de Tegucigalpa que buscan escapar del calor urbano. Lo que no se dice es el costo ambiental de ese sueño.

“El problema es que han vendido vivir en la montaña como si el bosque no tuviera valor ecológico. Se deforesta, se construye sin planificación y el Estado no regula ni exige medidas compensatorias como la reforestación”, señala un ambientalista consultado por Primicia Honduras, quien no quiso brindar su identidad por represalias pero que ha dado seguimiento a los cambios de uso de suelo en la zona.

A medida que avanzan estos proyectos, las zonas que antes eran frescas se han vuelto más calientes y vulnerables al cambio climático, producto directo de la pérdida de cobertura forestal. Según datos del Observatorio Nacional de Cambio Climático para el Desarrollo Sostenible (ONCCDS), la temperatura media en estas zonas ha aumentado hasta en 2 °C en la última década, y las fuentes de agua han comenzado a secarse.

Incendios: la antesala de la urbanización

El incendio en Zambrano no es un hecho aislado. En los últimos años, los fuegos han coincidido con la posterior expansión de desarrollos habitacionales. Primero se quema, luego se limpian los restos del bosque y finalmente se levantan proyectos residenciales. Así funciona la estrategia, según activistas ambientales que monitorean este tipo de regiones.

“El fuego se convierte en una herramienta. Se usa para ‘preparar’ terrenos que luego entran al mercado inmobiliario. Es un patrón que hemos documentado desde hace años”, afirma el ambientalista, quien señala que los incendios son una forma silenciosa pero efectiva de alterar el uso de suelo sin necesidad de procesos legales.

Silencio oficial y crímenes impunes

Las autoridades siguen sin confirmar las causas del incendio, pero organizaciones sociales apuntan a la quema provocada como hipótesis principal. Este silencio institucional no es nuevo. Aún sigue sin resolverse el asesinato del defensor ambiental Juan Bautista Silva y su hijo Antonio Silva, ocurrido el 27 de mayo de 2024. Ambos denunciaban ante las autoridades sobre la tala ilegal de bosques en la zona.

“No ha habido avances en la investigación. La zona está capturada por intereses que ven en la tierra una mercancía. El bosque es visto como estorbo, y quienes lo defienden, como enemigos”, lamenta un defensor de derechos ambientales bajo anonimato por seguridad.

Regulación ausente, destrucción presente

Una de las mayores críticas recae sobre el Estado hondureño, que no regula ni fiscaliza los proyectos habitacionales en zonas de alto valor ambiental. No se exige reforestación, ni estudios climáticos, ni planes de mitigación. En muchos casos, ni siquiera hay control sobre la legalidad de la propiedad de las tierras.

“El problema no es solo el incendio, es la permisividad. Mientras no exista una política de ordenamiento territorial con enfoque ecológico, estas tragedias se repetirán año con año”, advierte la fuente en anonimato.

La destrucción del bosque en Zambrano debe ser vista como una advertencia. No es solo un problema local: es el reflejo de un modelo de desarrollo sin brújula ambiental, donde el cemento se impone sobre los árboles, y el mercado inmobiliario decide el destino del territorio sin responsabilidad alguna.

Honduras es uno de los países más vulnerables al cambio climático y, paradójicamente, uno de los más negligentes en conservar sus ecosistemas. Cada hectárea quemada es una puerta abierta al calentamiento, a la escasez de agua, a la desertificación.

Lo de Zambrano no es solo fuego. Es una señal. Un grito. Una alerta de que el país está perdiendo lo poco que le queda de pulmón natural mientras se lucra con la destrucción. ¿Quién será el próximo en pagar el precio? ¿El siguiente bosque? ¿Otra vida?

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