Hoy martes 18 de diciembre es el Día Internacional del Migrante y en medio de las olas de xenofobia y autoritarismo populista, el mensaje es “dignidad”.
El barco de rescate de migrantes, Aquarius, puede ser el mejor ejemplo de lo difícil que es ser migrante hoy en día. El navío de búsqueda y rescate, apoyado por la organización Médicos sin Fronteras, evitó que decenas de miles de migrantes murieran en la ruta más mortífera de llegada a Europa. A pesar de eso y debido, según señalaron ellos, a una “campaña de difamación” de los gobiernos europeos; debió terminar sus operaciones.
El fin del Aquarius es un símbolo de la crisis migratoria en el mundo. Hoy en el Día Internacional del Migrante, la ONU nos recuerda algunas cifras que dan cuenta del fenómeno. Solo en 2018, según la Organización Internacional de Migraciones, más de 3.200 seres humanos perdieron la vida en su intento por buscar prosperidad o un mejor porvenir.
La mayoría de migrantes murieron ahogados en el Mediterráneo, otros deshidratados en los desiertos del África Subsahariana o de California, o en manos de traficantes de personas en Libia. Solo para hacerse una idea de lo grave de la situación, en el 2000, año que se proclamó el Día Internacional del Migrante, existían 150 millones de migrantes. Dieciocho años después la cifra llega a 258 millones de personas.
Según la ONU, hoy una de cada siete personas en el mundo es un migrante directo. Y Antonio Vitorino, Director General de la Organización Internacional de Migraciones, pide que dicha decisión de migrar sea tratada con dignidad: “la migración es una fuerza que impulsa el progreso y el desarrollo.”
Un día atrás, la ONU aprobó el Pacto Global de Refugiados
No todo migrante es un refugiado, pero todo refugiado es un migrante. La diferencia para la ONU es importante. Y en ese esfuerzo, el 17 de diciembre la Asamblea general de la ONU firmó un acuerdo para apoyar mejor a aquellos que huyen de su país.
El acuerdo básicamente busca invertir y dar más recursos de infraestructura a países (en su mayoría pobres) que son los primeros receptores de los refugiados: personas que según la convención de 1951 huyen de su país de origen por razones de persecución, violencia generalizada o guerra.
181 países firmaron el acuerdo, pero dos estuvieron en contra: la Hungría de Victor Orbán y el Estados Unidos de Donald Trump. Países con gobiernos populistas autoritarios que vienen aprobando fuertes políticas antimigratorias, tachadas incluso de xenófobas.
En otros países, como Bélgica, han ocurrido demostraciones en contra del pacto de Migración de la ONU. En Bruselas por lo menos 5.000 personas, alentadas por partidos de derecha, marcharon por las calles y terminaron en choques con la fuerza pública.
El Papa Francisco, máximo jerarca de la iglesia católica, pidió a los gobiernos no condenar a los migrantes: “agendas políticas que buscan culpar de cada mal a los migrantes y quitar a los pobres la esperanza son inaceptables.”
En ese marco de miedos y tensiones sociales, la ONU busca reforzar un mensaje: “la migración es el gran tema de nuestra era y una fuerza para la dignidad porque permite que las personas elijan salvarse a sí mismas.” Y lanzaron su campaña en redes bajo el HT #ConDiginidad.