La feligresía católica de Honduras celebró la misa del Miércoles de Ceniza, que inicia el período de cuaresma.
Esta celebración se caracteriza por la imposición de una cruz de ceniza en la frente de cada feligrés, con la que la Iglesia católica recuerda el origen y el destino de la humanidad, de acuerdo con la Biblia.
En la celebración del Miércoles de Ceniza, el mensaje principal es “Del polvo eres y en polvo te convertirás” o “Conviértete y cree en el Evangelio”, para que los cristianos se preparen para vivir el tiempo de e la Cuaresma.
Miles de hondureños visitan los templos católicos del país para recibir la marca de la cruz. En la Basílica de Nuestra Señora de Suyapa en la capital, desde muy temprano se reportó una gran afluencia de feligreses, se acuerdo a imágenes de medios de comunicación televisivos.
Al respecto, el padre Juan Ángel López, párroco de la comunidad Sagrado Corazón de Jesús de Tegucigalpa, comentó que la cruz de ceniza “es un sacramental, una práctica muy bonita, pero que, si no se acude a ella, no es el fin del mundo”.
La Cuaresma es un tiempo propicio para la introspección, la oración y el ayuno. Se trata de un periodo de 40 días, en referencia a los 40 días que Jesús pasó en el desierto, para que los fieles puedan discernir sus acciones, fortalecer su fe y prepararse para la celebración de la Pascua.
El Miércoles de Ceniza no solo es un día de tradiciones para la Iglesia, sino también un llamado a la acción. Es un momento para reflexionar sobre nuestras acciones y comprometernos a mejorar como personas, siendo más compasivos, solidarios y justos con los demás.
Durante la Cuaresma, la Iglesia Católica invita a los fieles a la oración, el ayuno y la limosna. La oración nos acerca a Dios y nos ayuda a fortalecer nuestra fe. El ayuno, entendido como la privación de algo no necesario, nos ayuda a dominar nuestros sentidos y fortalecer la voluntad. La limosna, como acto de generosidad y caridad, nos recuerda la importancia de compartir con los más necesitados.
Además, la Cuaresma no es un tiempo de tristeza, sino de esperanza. Es un camino de preparación para la Pascua, donde celebramos la resurrección de Jesús y la victoria sobre la muerte.