Así se mata, se roba y se vive

Por: GABRIELA CASTELLANOS. ABOGADA

En la brutal tarde del viernes en el centro de San Pedro Sula se desató un aterrador espectáculo de pánico al ser interceptado un auto y barrerlo a tiros con sus ocupantes, frente a una niña de pocos años.

Mientras eso sucedía, la crisis de las Fuerzas Armadas encrespaba el debate con la renuncia del subjefe de esa institución, más tarde un grupúsculo de políticos atizaban la hoguera de las vanidades en las ambiciones de una candidatura. Ese mismo momento se interrumpía el juicio a la ex primera dama acusada de las múltiples pruebas que ha habido en su contra. Ese día solo fue un típico día en la historia de este país avergonzado por el destino de los hijos que lo venden y lo
tiranizan a diario.

Hace dos décadas, el combate a la corrupción, al crimen organizado y a los asesinatos violentos eran los tres temas torales de la agenda de los aspirantes que llegaron al poder menos a combatir esas prioridades que alguna vez se atragantaron en medio de los sermones, promesas pletóricas y carroña.

Con discursos no se combate nada ni se espantan las cucarachas del sistema, se necesitan políticas más generales frente a este fenómeno que daña a la ciudadanía, como leyes que hagan más eficaz el sistema judicial y que disminuyan los incentivos y oportunidades a este grave mal.

Acabar con una banda de malos funcionarios que incurren a diario en actos de soborno, porque saben que tienen la justicia de su lado; de igual forma a los grupos criminales que dominan el territorio son cada vez más dominantes.

Es necesario enfrentarlos con mecanismos de inteligencia y con operaciones coordinadas entre las diversas agencias policiales y darle un nuevo rol al ejército.

Este coctel de ensalada brutal y genocida condimentada por corruptela, violencia y narcotráfico, perjudica enormemente los climas de negocios y afecta la credibilidad de las instituciones, al cual se agrega una cereza de impunidad a fin de aplaudir el bochornoso espectáculo político. Los códigos nuevos y viejos destilan lindezas en normas más fuertes.

Eso ya lo sabemos, lo que no entendemos de qué manera, se impone la inoperancia oficial desde la complicidad y desde los círculos de influencia. Si queremos que esto se acabe, apliquemos la discrecionalidad y nos tenemos que someter al imperio de los cánones ciudadanos, si ambicionamos a vivir en un Estado de derecho.

Seamos claros, el gran problema es lo que impera en la nación. Hay mal uso de los impuestos, abuso de autoridad, feminicidios, una prensa a merced de los altos mandos del narco Estado, extorsión, exiliados, secuestros, nepotismo, miedo, silencio, ya que existe una justicia totalmente débil que no está al servicio del pueblo, sino al beneficio de las grandes familias de Honduras.

Realmente es penoso y vergonzoso las condiciones en que nos enfrentamos a vivir a diario, sin embargo, nuestros gobernantes deben entender que ya no somos los mismos, puesto que exigimos que se respete al ciudadano que paga sus tributos y necesitamos mecanismos efectivos de rendición de cuentas y donde cada empleado del Estado explique con transparencia qué ha hecho con cada lempira que recibió del contribuyente. ¿En qué situación nos encontramos si es que tuviéramos que hacer un balance de urgencia en Honduras?

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