Con el cambio climático llamado a alterar notablemente la capacidad de muchas regiones del mundo para producir alimentos, se espera que el comercio internacional de productos agrícolas contribuya cada vez de forma más importante a alimentar al planeta y responder a la aparición del hambre por causas climáticos, asegura un nuevo informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Las reglas de comercio internacional establecidas bajo los auspicios de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y los mecanismos más recientes contemplados en el Acuerdo de París para dar respuesta al cambio climático pueden apoyarse mutuamente, argumenta El estado de los mercados de productos básicos agrícolas, 2018 (SOCO). Para lograrlo, las políticas agrícolas y comerciales nacionales pueden necesitar un reajuste para ayudar a transformar los mercados mundiales en un pilar de la seguridad alimentaria y una herramienta para la adaptación al cambio climático, dice el informe de la FAO.
Esto se debe a que el cambio climático afectará a la agricultura mundial de manera desigual, mejorando las condiciones de producción en algunos lugares e influyendo negativamente en otros, creando en el proceso grupos de “ganadores” y “perdedores”.
La producción alimentaria en países de latitudes septentrionales -muchos de los cuales sufren ya pobreza, inseguridad alimentaria y malnutrición-, será la más afectada, según el informe. Las regiones con climas templados, por otro lado, podrían ver consecuencias positivas a medida que el clima más cálido incremente la producción agrícola.
El Director General de la FAO, José Graziano da Silva, asegura que para evitar que las brechas económicas y de seguridad alimentaria entre países desarrollados y en desarrollo se amplíen aún más, “debemos garantizar que la evolución y expansión del comercio agrícola sea equitativa y trabaje a favor de la eliminación del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición”.
“El comercio internacional tiene el potencial de estabilizar los mercados y redistribuir los alimentos de las regiones con excedentes a las deficitarias, ayudando a los países a adaptarse al cambio climático y contribuyendo a la seguridad alimentaria”, escribe Graziano da Silva en su introducción al informe.
“El impacto desigual del cambio climático en el mundo y sus implicaciones para el comercio agrícola, en especial para los países en desarrollo, subraya la necesidad de un enfoque equilibrado de las políticas, que mejore el papel de adaptación del comercio, mientras que se apoya a los más vulnerables”, dice Graziano da Silva.
Para que eso suceda, sin embargo, “se necesitan medidas de políticas de amplio alcance”, añade el responsable de la FAO. Se trata de políticas comerciales que promuevan mercados mundiales que funcionen de forma adecuada, combinadas con medidas internas climáticamente inteligentes, inversiones y planes de protección social.
El comercio como red de seguridad
Muchos países dependen ya de los mercados internacionales como fuente de alimentos para cubrir sus déficits, ya sea debido a los altos costos de la producción agrícola (como en países con tierras y recursos hídricos limitados) o cuando el clima u otros desastres naturales socavan la producción nacional de alimentos.
Por ejemplo, en Bangladesh, el Gobierno recortó en 2017 los aranceles aduaneros sobre el arroz para aumentar las importaciones y estabilizar el mercado interno, tras unas graves inundaciones que llevaron a un aumento de más del 30 por ciento en los precios minoristas.
Del mismo modo -Sudáfrica, tradicional productor y exportador neto de maíz-, aumentó recientemente las importaciones para amortiguar el efecto de sucesivas sequías.
En general, el informe de la FAO señala que unos mercados internacionales de alimentos libres, previsibles y equitativos son importantes para que el comercio ayude a respaldar la seguridad alimentaria y la adaptación climática.
Sin embargo, si bien unos mercados mejor integrados refuerzan la función de adaptación del comercio al cambio climático, para los países que dependen ya en gran medida de las importaciones de alimentos, se profundizaría esa dependencia, señala el informe. Por lo tanto, es importante tener en cuenta las prioridades y objetivos nacionales.
Otras opciones de políticas
Más allá de las medidas de integración de mercados, el documento de la FAO argumenta que existe una gama aún más amplia de enfoques de política que no provocan distorsiones y que podrían utilizarse para aprovechar mejor el comercio agrícola para ayudar a los campesinos a aumentar su resiliencia, impulsar la producción agrícola, apoyar la seguridad alimentaria y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector alimentario.
A nivel nacional, estos incluyen gastar más en investigación y desarrollo y en servicios de extensión agrícola para alentar el uso de enfoques climáticamente inteligentes por parte de los agricultores. Los gastos en programas ambientales y servicios ecosistémicos que reducen los efectos negativos de las emisiones de la agricultura, tampoco afectarían el comercio.
Especialmente en los países en desarrollo amenazados por el cambio climático, el apoyo a los agricultores será clave para ayudarlos a ser competitivos y lograr un mejor equilibrio en las actividades de exportación e importación.
Todas estas opciones podrían alinearse con las normas de la OMC, así como con los compromisos más recientes contraídos en virtud del Acuerdo de París: no existe un conflicto fundamental entre las políticas de cambio climático en virtud del acuerdo y las normas comerciales multilaterales, según el informe.
Tendencias recientes en el comercio agrícola mundial
La publicación proporciona además una visión general del comportamiento del sistema internacional de comercio agrícola en los últimos años, y la dirección hacia la que se dirige.
Mientras que el rápido crecimiento del comercio agrícola entre 2000 y 2008 dio paso a contracciones en la etapa 2009-2012 y luego a un crecimiento lento desde entonces, el panorama general es que en términos de valor el comercio agrícola creció notablemente entre 2000 y 2016, pasando de 570 000 millones a 1,6 billones de dólares EEUU.
Gran parte de este incremento fue impulsado por la expansión económica en China, así como por el aumento de la demanda mundial de biocombustibles.
Cabe destacar que el perfil de las economías emergentes en el comercio agrícola mundial ha crecido considerablemente, con un incremento de los ingresos per cápita y una reducción de los niveles de pobreza. Esto ha impulsado el consumo y las importaciones de alimentos y llevado a una mayor productividad agrícola, aumentando las exportaciones de alimentos, no solo a los mercados del mundo industrializado, sino también a países del hemisferio sur.
De hecho, mientras que los grandes exportadores de alimentos tradicionales -como Europa o los Estados Unidos- siguen siendo los principales exportadores agrícolas en términos de valor, los recién llegados están desafiando su supremacía.
Por ejemplo, entre 2000 y 2016, Brasil aumentó su participación en el comercio mundial de alimentos del 3,2 al 5,7 por ciento, China adelantó a Canadá y Australia para convertirse en el cuarto exportador agrícola más importante del mundo, e Indonesia y la India incrementaron sus exportaciones agrícolas lo suficiente como para situarse entre los diez mayores exportadores de alimentos del mundo (el 8º y 10º, respectivamente).
Durante el mismo período, la participación combinada en el valor total de las exportaciones de los Estados Unidos, la Unión Europea, Australia y Canadá disminuyó en diez puntos porcentuales.
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