El Papa Francisco realizará el próximo miércoles 6 de septiembre una visita histórica a Colombia.
El objetivo de su llegada es impulsar la paz y la reconciliación en un país profundamente dividido pese a la firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, que puso fin a más de 50 años de conflicto.
El papa visitará cuatro ciudades, oficiará misas multitudinarias, pronunciará discursos y se reunirá con víctimas y actores del conflicto interno.
En sus cuatro días de estadía también visitará barrios olvidados en uno de los países de América Latina.
Después de la de Pablo VI en 1968 y la de Juan Pablo II en 1986. Esta será la tercera visita de un pontífice a Colombia con el propósito de la reconciliación.
Visitas
Francisco visita a Colombia en un momento muy importante después de la firma en 2016 de los acuerdos de paz.
Los acuerdos fueron alcanzados tras 52 años de un conflicto fratricida que desangró al país. El conflicto dejó un saldo de 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados.
Bajo el lema “Demos el primer paso”, Francisco propone a los colombianos romper con ese pasado de violencia. Además terminar enfrentamientos y comprometerse en forma activa a construir la paz.
El papa dice estar dispuesto a escuchar a las partes, pese a haber fracasado en la tarea de reconciliar en diciembre pasado al presidente Juan Manuel Santos con el expresidente Álvaro Uribe, acérrimo enemigo de los acuerdos de paz.
Viaje
Francisco dormirá todas las noches en la sede de la nunciatura apostólica de Bogotá, y desde allí se desplazará cada día a las distintas ciudades, tal como lo hizo en México en febrero de 2016.
Saldrá de Roma el día 6 por la mañana en un vuelo de Alitalia y llegará esa misma tarde al país sudamericano.
Tiene previsto reunirse con el presidente Juan Manuel Santos y otros exmandatarios y dirigentes del país así como con la jerarquía de la iglesia católica venezolana para hablar de la situación en ese país, sumido en una grave crisis política y social.
Además se desplazará en tres papamóviles, sin lujos ni vidrios blindados, fabricados localmente, para poder saludar a la gente, respetando su costumbre de dejarse tocar y abrazar pese a los riesgos que ello implica.